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Hermosillo16 de marzo de 2025
Culturasábado, 15 de marzo de 2025

A 200 años del Estado de Occidente | Entre la riqueza natural y la escasez poblacional

Es poca la información existente en los archivos referente a cuestiones tan fundamentales como el número de sus habitantes y la magnitud de las actividades económicas

A 200 años del Estado de Occidente
/ Cortesía | José Marcos Medina Bustos
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El Colegio de Sonora

José Marcos Medina Bustos / Colaborador

Desgraciadamente del estado de Occidente (1824-1831) es poca la información existente en los archivos referente a cuestiones tan fundamentales como el número de sus habitantes y la magnitud de las actividades económicas. Lo poco que se sabe se ha recuperado de publicaciones de la época, cuyos autores combinaban un poco de información basada en fuentes documentales u orales, con mucho de sus impresiones personales.

Tal es el caso del folleto publicado en 1828, titulado Memoria estadística del estado de Occidente, de Juan M. Riesgo y Antonio J. Valdés. Seguramente fue Riesgo quien aportó el conocimiento, pues era nativo de San Miguel de Horcasitas, había colaborado en la publicación de otros textos y tenía varios años como comisario de la hacienda federal en Rosario y Álamos.

Pues bien, apoyándome en el texto mencionado, daré un panorama de la población y la economía del estado de Occidente, para continuar con estas colaboraciones a propósito de los doscientos años de su creación. Los autores mencionados parten de la idea de que su naturaleza era especialmente pródiga, pues tenía mar, montañas, valles y muchos ríos por lo que abundaban los recursos de subsistencia. Por ejemplo, del río Yaqui, se decía que era el Nilo de Sonora, porque con sus avenidas estacionales dejaba la tierra húmeda y apta para sembrar y cosechar dos veces al año. De manera similar se exaltaba la profusión con que se criaba el ganado, ya fuera vacuno, cabrío, caballar y mular, al grado que la manteca que se consumía era la de vaca, no la de cerdo. Ni que decir de las riquezas mineras de plata y oro.

Por otro lado, mencionaban el aumento que se estaba viviendo en el comercio con la apertura de los puertos de Guaymas y Mazatlán, a donde llegaban muchos buques extranjeros con sus mercancías y se llevaban las producciones locales, principalmente plata en pasta y, en menor medida, harinas, cueros y sebos. Tal comercio había favorecido el crecimiento de lugares como Pitic, Álamos, Culiacán y Rosario, donde proliferaron las haciendas que producían azúcar, miel, panocha, queso, jabón y aguardientes; así como trigo, maíz, frijol y garbanzo. A pesar de la riqueza natural consideraban que los habitantes eran “ordinariamente pobres”, lo que atribuían a la falta de población que pudiera explotar los recursos naturales. Para ellos la población indígena nada más era útil como los brazos de las empresas, en tanto que los vecinos blancos y mestizos carecían de capital y de conocimientos.

Hacienda de beneficio en Álamos
Hacienda de beneficio en Álamos / Cortesía | Álamos a través de los siglos
Culiacán
Calles de Culiacán / Cortesía | Frickr

De ahí que plantearan la necesidad de promover la colonización con extranjeros industriosos, que se integraran a la sociedad y generaran una nueva generación capaz de explotar las riquezas naturales del estado. Así, la industria la veían en “la infancia”, pues se reducía a telares de “géneros groseros”, fábrica de rebozos, de sombreros ordinarios, el curtido de pieles y alfarería de servicio común; oficios como el de platero, zapatero, herrero, carpintero, estaban poco desarrollados y apenas bastaban para las labores cotidianas.

Hermosillo en 1852
Hermosillo en 1852, grabado de John Russell Bartlett. Colección John Russell Bartlett / Cortesía | The John Carter Brown Library. https://jcb.lunaimaging.com
Capilla de San Antonio
Capilla de San Antonio del pintor norteamericano Zink, 1873, en Fernando Galaz, Dejaron huella en el Hermosillo de ayer y hoy / Cortesía | Hermosillo: Instituto Sonorense de Cultura, 2013

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Según la información que pudieron recabar la población se concentraba en ciudades, villas, presidios, minerales, doctrinas y misiones, así como en haciendas y ranchos. Y, efectivamente, la poca población era la característica del estado, de tal manera que solo cuatro lugares podían tener rasgos urbanos: las ciudades de Hermosillo, Álamos, Culiacán y Rosario, que eran la residencia de los vecinos más acaudalados, de autoridades políticas o eclesiásticas, pero que apenas alcanzaban entre cinco y siete mil habitantes. Otro rango de poblados eran lugares como Arizpe, Horcasitas, Oposura, el Fuerte, Sinaloa, Cosalá, San Sebastián y Mazatlán que apenas tendrían entre dos a tres mil; además, enlistan treinta y nueve pueblos de entre trescientos y mil habitantes.

A pesar de los problemas descritos, los autores de la obra comentada eran sumamente optimistas en cuanto al futuro del estado de Occidente, pues juzgaban que con la independencia se había acabado el dominio español que les había impedido la libertad comercial y, con ella, la prosperidad y el progreso.

Libros
Portada de los libros Memoria estadística del estado de Occidente y Los diputados de Sonora 1822-1883 / Cortesía | Juan M. Riesgos y Antonio J. Valdes / José Marcos Medina Bustos

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