La grabación realizada en el sitio arqueológico poblano representó “algo mágico” al poder escuchar nuevamente el rebote de la pelota ancestral en un espacio que alberga más de 27 canchas
La tradición oral cuenta que, en tiempos de William Jenkins —el poderoso dueño de la Hacienda de Atencingo—, los pueblos fueron obligados a sembrar únicamente caña de azúcar