Aquí Querétaro / La Plaza Santa María
Un día como hoy, de hace 61 años, se dio el primer festejo. Frente a la puerta de cua-drillas y con la mirada de los diez mil espectadores que admiraban su presencia, Al-fredo Leal, Antonio del Olivar y Miguel Mateo, “Miguelín”, iniciaron el primero de los paseíllos de la que sería una historia plagada de vivencias, de triunfos, de color y de sangre.
La plaza de toros Santa María tardó apenas unos meses en ser construida, luego de haber sido demolida la Colón, por los rumbos de la Alameda Hidalgo, y de aquella única corrida de Navidad que se desarrolló a un costado de la parroquia de Santiago, en improvisado ruedo acotado por maderas. El artífice de esa construcción fue don Nicolás González Jáuregui, por entonces presidente del patronato de las fiestas de-cembrinas.
Fue una gesta acorde con la personalidad de un hombre acostumbrado a los retos. Él mismo había traído, piedra por piedra, una capilla gótica desde Europa, vía Nueva York, para ponerla de nuevo en pie en su casa de la Ciudad de México, justamente en donde hoy se encuentra el Centro Cultural Helénico, y él mismo también había sido el jovencito que se presentó ante el médico para pedirle que le cortaran el brazo que no tenía movimiento. Así sus agallas y así su tesón.
Por eso, la idea de construcción de una nueva plaza de toros para Querétaro no fue desechada por don Nicolás, gran aficionado a la fiesta brava, cuando la afición que-retana se lo pidió públicamente. Y no se conformó solamente con inaugurarla en tiempo récord, sino que la puso en la mira del mundo taurino, organizando tempora-das memorables. Justamente, el pasado día 18, se cumplieron 47 años de la históri-ca faena de Paco Camino a “Navideño”, de Javier Garfias, quizá la más importante del pasado siglo.
Con la construcción de la Santa María se mantuvo la tradición de celebrar la corrida de Navidad cada año, tradición que ni siquiera se suspendió en 1962, ya sin la Colón y con la amplia esquina de 16 de Septiembre y Próspero C. Vega como improvisada plaza; cada 25 de diciembre se organizó aquel festejo que reunía a los queretanos en el tendido, fueran o no aficionados a los toros, como una tradición más de las mu-chas que por fines de año la ciudad tiene.
Por el ruedo de la queretana plaza pasaron desde El Calesero a Curro Romero, de Pa-co Ojeda a Jorge Gutiérrez, de Antonio Lomelí a José María Manzanares, del Niño de la Capea a Eloy Cavazos, de Manolo Martínez a Paco Camino; fue escenario de alterna-tivas, como la de Miguel Espinosa, “Armillita Chico”, o el queretano Oscar Sanromán, que se doctoró, precisamente, en una corrida navideña.
Hace un año, cuando la Santa María cumplía el significado aniversario sesenta, no hubo festejo navideño, y este año no lo habrá tampoco. Se dice que las reparaciones exigidas por la autoridad de protección civil al inmueble resultan tan caras que sus actuales propietarios, nietos de don Nicolás, no están dispuestos, o en posibilida-des, de realizarlas.
Mucho se ha especulado sobre el futuro de la queretana plaza y en esas especulacio-nes siempre resalta la posibilidad de que sea vendida y posteriormente demolida, para alzar ahí, en ese lugar privilegiado, una tienda comercial. A las voces que están de acuerdo con ello, basándose en que no se trata de una construcción jurídicamente histórica y que las corridas de toros no son ya un espectáculo del gusto de las nuevas generaciones, se oponen otras que ven en el inmueble el receptáculo de un montón de vivencias, de recuerdos, de nostalgias. A estas últimas habría que agregar la exal-tación a la figura de un hombre capaz de aventurar empresas aparentemente imposi-bles; un hombre que siempre puso el corazón por delante y que debería representar, para los queretanos de hoy, un ejemplo de audacia y determinación: don Nicolás González Jáuregui.
Por lo pronto, precisamente hoy se celebra un aniversario más, el 61, de aquella tarde en que una feliz concurrencia vio partir plaza, por primera vez ahí, a Leal, a del Olivar y a “Miguelín”. La historia pues empezaba a escribirse un día como hoy.