Espectadores
Tinta para un Atabal
“ (…) La selección de las piezas no es una minucia; pero selección
Cynthia Pérez Puga / Diario de Querétaro
presupone cantidad, y si no siempre se representasen obras maestras,
habrá que ver a qué se debe.Con todo, será bueno que la mediocridad
se presente, simplemente, como lo que es; y así el espectador insatisfecho
aprenderá cuando menos a juzgar.(…)¿Y no tiene el público el poder
de eliminar o de corregir lo que pueda haber de insuficiente
en nuestro trabajo? Que acuda, sencillamente,
que vea y oiga, y examine y juzgue. (…)”
Jorge Dubatti
El teatro es el arte de la presencia. No es ajeno (se ha mencionado mucho en estos tiempos), que la distancia obligada por la situación por la que recién atravesamos mundialmente nos ha dejado en clara desventaja a los creadores escénicos, quienes hemos tenido que contemplar, para seguir creando, mecanismos que incluyen la virtualidad como medio para poder llegar a nuestros espectadores con lo cual el teatro, en estricto sentido, simplemente no sucedió, no sucede, ni sucederá, pues la distancia que impone una pantalla le roba la esencia que le da principio y forma: la convivencia. Primero reúne a los artistas y luego éstos se reúnen con su público y, aunque con mirada distinta, existen por un instante en un mismo espacio y tiempo.
Apenas estamos pasando una dura etapa en la que debimos pensar en la distancia y en todas las posibilidades de continuar con nuestro trabajo en soledad, con el apoyo mínimo de recursos tecnológicos y el máximo de la utilización de la experiencia, los objetos, los espacios y en suma, la imaginación.
Nada más difícil de sobrellevar. Es sin duda, uno de los retos mayores a los que nos hemos enfrentado, viendo cómo la virtualidad fue ganando terreno en la vida cotidiana, amenazando con quedarse y desplazar todas las formas de comunicación presenciales.
Es por ello que se ha vuelto crucial el poner al alcance del público trabajos creativos y sensibles que le brinden la posibilidad de disfrutar, pensar y reflexionar de una manera positiva y esperanzadora, que le ayude a reencontrarse con lo esencial de la convivencia cotidiana, haciendo que volteemos gratamente hacia lo que habíamos perdido de vista, que es el contacto con los otros y con nosotros mismos, algo que considero esencial en la vida.
Mencionar la circunstancia que nos antecede –y que esperamos pronto dejar atrás– me parece imprescindible porque cobra relevancia en la presencia de los espectadores en las salas. Es mucho más que grato, es plausible y reconfortante ver que poco a poco el público comienza a acudir nuevamente al teatro, llenando de vida las salas, con lo que confirmamos que el acontecimiento teatral no ha dejado de ocupar un lugar importante en nuestra sociedad, como un espacio no solo para escuchar, observar, imaginar y creer, sino también un lugar en el que puede reflexionar sobre las conflictivas humanas y sociales a las que nos enfrentamos cotidianamente.
Cuando recibimos una llamada de un espectador que solicita informes sobre una determinada obra teatral, que pregunta por los espectáculos que están en cartelera, sobre las temáticas que aborda, la duración, el costo, la ubicación de los teatros, la accesibilidad, la duración de una temporada, quiénes son los artistas que presentan tal o cual obra de teatro, etc., significa que el acontecimiento teatral ha comenzado, es el inicio de la posibilidad de un encuentro maravilloso en el que podremos compartir experiencias, vivencias, pensamientos, sentimientos, cocinados cuidadosa, lenta y amorosamente.
Y cuando le vemos llegar a los recintos, con esa premura, con ese brillo expectante en los ojos, podemos imaginar cuánto ha planeado el espectador su visita al teatro, nos contagiamos de su emoción y, al mismo tiempo, buscamos compartir nuestra gratitud, nuestra alegría, la llama de la pasión con la que nos hemos preparado para recibirle, procurando que la experiencia sea lo más cercano a lo que en su interior ha venido a buscar, consciente o inconscientemente.
Puede ser también que una propuesta teatral no sea tan afortunada ante la mirada del espectador. Puede ser que la experiencia no sea del todo agradable y la conexión con los artistas no se verifique. Puede ser que la infraestructura de los edificios, las condiciones de equipamiento o cualquier causa externa a una obra de teatro interfiera en la completa recepción del espectáculo, provocando una experiencia totalmente contraria a las expectativas de artistas y público. Sin embargo, esa experiencia orientará futuros acontecimientos teatrales, tanto para el que crea como para quien recibe, siendo unos más cuidadosos y otros, más selectivos.
Nuestro empeño es por hacerle saber al espectador lo importante que es para nosotros, los hacedores de teatro o los constructores de sueños, que viene siendo lo mismo. Nuestro afán no es por el reconocimiento del trabajo arduo y muchas veces rudo que antecede al acto teatral, tampoco por ser reconocidos como genios de la escena o como los hacedores del mejor teatro del mundo; nuestro afán está en el hecho de poder coincidir en algún punto de la representación con los anhelos de vida que como seres humanos compartimos, donde la emoción y el pensamiento se expanden traspasando los límites de la escena.
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Si el teatro es también el arte de la persuasión, de la construcción de caminos que nos lleven a los espectadores, nuestro compromiso trasciende a todas aquellas formas de acercamiento que hagan posible el no tener más salas vacías, ni más discursos que se queden en los procesos creativos teniendo como únicos testigos las butacas o sillas llenas de ausencia.
Nos gusta el murmullo de los espectadores, su risa, su llanto, su respiración suspendida, su mirada de asombro al descubrir juntos otros mundos; no hay nada más valioso que su presencia; venga, viva, vivamos juntos el teatro, en el teatro, por el teatro.