Los derechos humanos y la felicidad: Un compromiso ineludible
El 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad, una conmemoración que nos recuerda que la verdadera aspiración de toda sociedad debe ser el bienestar de sus integrantes. La felicidad, entendida no como un privilegio, sino como un derecho humano es el fin último de cualquier estructura democrática y de justicia. Porque, ¿de qué sirve el reconocimiento formal de los derechos si no se traducen en una vida digna, segura y libre para todas las personas?
Este principio ha guiado mi trayectoria y se vio reflejado en la entrevista del proceso de elección para la presidencia de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH). Ahí compartí mi visión sobre el papel que debe desempeñar este organismo: ser más que una institución, convertirse en un punto de inflexión para transformar la realidad de Chihuahua a través de la defensa efectiva de los derechos humanos.
Los desafíos que enfrentamos como sociedad no son menores. La violencia de género, desapariciones, crisis migratoria y la falta de acceso a derechos básicos como la salud y el agua son problemas que laceran nuestra vida cotidiana. La normalización de la injusticia no puede seguir siendo la respuesta. Como lo señalé ante el H. Congreso del Estado, la CEDH no debe limitarse a observar y documentar, sino que debe actuar con contundencia y empatía.
Desde mi formación como abogada, docente y servidora pública, he entendido que los derechos humanos no son conceptos abstractos. Son la diferencia entre una persona que accede a la justicia y otra que vive en el desamparo. Entre una mujer que logra salir del ciclo de la violencia y otra que es víctima del sistema. Entre un niño que crece con oportunidades y otro al que se le niega el futuro.
Por ello, mi propuesta se basa en fortalecer la legitimidad moral de la Comisión a través de la autonomía, la transparencia y la rendición de cuentas. Es fundamental que sus resoluciones no sean meros documentos administrativos, sino herramientas de transformación real. También es prioritario que el personal encargado de garantizar los derechos humanos reciba una formación que no solo amplíe su conocimiento, sino que despierte su sensibilidad ante el dolor ajeno.
La CEDH debe asumir un papel activo en la crisis de seguridad que enfrenta Chihuahua. No podemos hablar de derechos humanos sin hablar de seguridad ciudadana. La paz no se construye con discursos, sino con acciones concretas que prevengan las violaciones a derechos fundamentales y protejan a quienes enfrentan mayor vulnerabilidad.
Mi compromiso con Chihuahua y su gente no es nuevo. He trabajado en el Congreso impulsando reformas y desde el litigio acompañando a víctimas. Ahora deseo encabezar un esfuerzo colectivo para que la Comisión sea un organismo cercano, eficaz y con impacto real en la vida de las personas. La defensa de los derechos humanos no puede quedarse en la indignación, debe convertirse en esperanza y transformación.
En este camino no puedo dejar de agradecer a mi familia, quienes me han enseñado con su ejemplo el valor del esfuerzo y la importancia de luchar por lo justo. En especial, mando un abrazo hasta el cielo a mi mamita Tenchini Ríos, quien me mostró que la dignidad no se negocia y que cada batalla por los derechos humanos vale la pena.
Hoy reafirmo mi convicción de que la justicia y la dignidad no son utopías. Son principios que deben sentirse en la vida diaria. La CEDH debe ser ese espacio donde la voz de la ciudadanía sea escuchada y donde la indolencia y el horror se conviertan en esperanza.
Agradezco profundamente a las y los integrantes de la Junta de Coordinación Política, a los grupos parlamentarios del Congreso del Estado y al personal por este espacio de diálogo. La lucha por los derechos humanos es una responsabilidad compartida y desde cualquier trinchera seguiré trabajando para que Chihuahua sea un estado donde la felicidad y justicia sean una realidad para todas las personas.