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Puebla2 de abril de 2025
Culturasábado, 29 de marzo de 2025

Esta es la historia de las imágenes procesionales de Viernes Santo | Los tiempos idos

Jesús Nazareno y la Virgen de la Soledad fueron las imágenes de mayor devoción en la Puebla virreinal

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La imagen más venerada en Puebla es el Señor de las Maravillas cuyo culto comenzó en la era moderna. / Foto: Cortesía Tacho Juárez Herrera

Erika Reyes / El Sol de Puebla

Las imágenes que se veneraron durante tres centurias en las procesiones virreinales de la antigua Ciudad de los Ángeles, eran símbolo del fervor de los católicos de la época. Cada una de ellas tiene una historia que contar que puede parecer fantástica, pero esto hizo que su devoción se acrecentara y sus milagros se multiplicaran, como es el caso de Jesús Nazareno o la Virgen de la Soledad, que a su llegada a la Angelópolis fue motivo de una disputa devocional mariana por la que surgió el dicho popular: “La suerte de la fea, la bonita la desea”.

Hace 33 años se retomó la Procesión de Viernes Santo en Puebla, lo que este año es muy significativo porque coincide con los 33 años que vivió Cristo, fue entonces que se sumaron a la procesión otras imágenes de gran fervor popular, como el Señor de las Maravillas, cuyo culto ha ido más allá y actualmente es considerada una de la imágenes católicas más milagrosas del mundo.

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Las procesiones novohispanas

Las procesiones se realizaron en la antigua Ciudad de los Ángeles desde su fundación, en el siglo XVI. Fueron promovidas por los franciscanos para conmemorar la Pasión de Cristo, pero eran comunes durante el año. La tradición se extendió durante todo el virreinato hasta la segunda mitad del siglo XIX.

En torno a la Semana Santa se hacían diferentes procesiones porque cada templo o convento sacaba su imagen venerada a desfilar con sus fieles como símbolo de devoción. Comenzaban el Domingo de Ramos y terminaban el Viernes Santo, con la Procesión del Silencio que era la más nutrida de todas.

El Sábado de Gloria no había procesión, en lugar de luto y silencio, era festivo. A media noche del viernes todas las campanas de las iglesias repicaban, tronaban cohetes y la gente iba a misa de gallo para celebrar la Resurrección de Jesucristo.

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Escena de la antigua procesión representada en la iglesia de la Soledad. Obra pintada por Pablo Talavera / Foto: Cortesía David Ramírez Huitrón

Era una actividad en la participaban indígenas y españoles, pero lo hacían conservando una escala social. Hasta adelante iban los más ilustres vecinos de los barrios que eran quienes dirigían la procesión encabezada por el obispo. Al ser un privilegio, las imágenes eran llevadas en andas por los españoles y no por los naturales. También participaban las mujeres de la alta sociedad vestidas de negro y portando sus más preciadas joyas.

Las imágenes procesionales eran preparadas con anticipación por los fieles encargados de ornamentarlas, lo que era un privilegio, lo mismo pertenecer al contingente de hermandades, cofradías y asociaciones piadosas de cada una de ellas.

La Procesión del Silencio salía del atrio de catedral siguiendo el sonido de los tamborileros que tocaban en dos tonos secos para marcarle el paso a los porteadores que conducían las andas con las imágenes. Desfilaban individuos con túnicas y capuchas negras que llevaban cuerdas a manera de látigos con las que se iban flagelando, causando dolor entre los presentes. Después venían las andas con su imagen, su palio (techo) y una buena cantidad de personas con faroles, cirios o antorchas.

Las procesiones se siguieron realizando en la Angelópolis incluso, a principios del México independiente, pero en septiembre de 1860 fueron instauradas las Leyes de Reforma y las manifestaciones religiosas públicas quedaron prohibidas. Con ello finalizó una tradición de más de tres siglos en Puebla.

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En 1992, se retomó la Procesión del Silencio después de 132 años de interrupción. / Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

La devoción en la Puebla virreinal

Tacho Juárez Herrera, miembro del Consejo de la Crónica de Puebla y especialista en arte sacro, refirió que la imagen más venerada en la Puebla virreinal fue Jesús Nazareno de la iglesia de San José, después Nuestra Señora de Soledad del templo de la Soledad, a la que le siguió el Padre Jesús de las Tres Caídas del templo de Analco.

La Virgen de los Dolores de la iglesia del Carmen se integró a las imágenes procesionales en la primera Procesión de Viernes Santo de la era moderna que fue retomada en 1992 por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). El Señor de la Maravillas, se sumó tres años después, en 1994.

Cada una de estas tallas (escultura) tiene una historia que contar que, incluso, puede parecer fantástica, lo que hizo que su devoción se acrecentara. Algunas imágenes fueron elaboradas por artistas novohispanos radicados en la Angelópolis, mientras que otras llegaron del viejo mundo con fama de haber concedido numerosos milagros realizados por intercesión divina.

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Jesús Nazareno, la imagen de la Preciosa Sangre de Cristo y Jesús de la Tres Caídas fueron sacados a la luz después de más de un siglo de permanecer en sus templos. / Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Jesús Nazareno del templo de San José

La imagen más antigua es la de Jesús Nazareno que representa a Cristo bajo el peso de la cruz. Se dice que fue hecha por un escultor portugués de apellido Palestino asentado en la Angelópolis en el siglo XVII que se hacía pasar por católico cuando en realidad era judaizante.

“Estaba resguardada en su sala y cuando la criada entraba para hacer la limpieza notaba que la sangre del costado de Cristo siempre estaba fresca y se escurría. Se le hizo demasiado raro y un buen día se lo contó a su confesor quien armó un merequetengue y descubrió que el escultor era judío y que todas las noches flagelaba la imagen”, expuso el cronista.

Refirió que está historia hizo que la gente se volcara en torno a la devoción de esta imagen porque había derramado sangre. La imagen fue puesta a la veneración pública en la iglesia del Hospital de San Pedro. Los devotos empezaron a aumentar al grado que se interrumpían las ceremonias religiosas por la curiosidad de la gente que quería ver los latigazos e incluso descosía la túnica de la imagen para verlo. Se resolvió llevarlo a la parroquia de San José (2 Norte y 18 Oriente) y se fundó una cofradía dedicada a su culto.

La gente era tan devota del Jesús Nazareno que a él se le invocaba cada vez que había una calamidad en la ciudad, sequías, inundaciones, epidemias, etcétera. Las almas iluminadas de la Angelópolis, como Catarina de San Juan, la China Poblana, y la monja concepcionista María de Jesús Tomelín del Campo conocida como El Lirio de Puebla, tenían visiones con la milagrosa imagen.

Aseguró que los canónigos de la catedral le hacían una solemnidad cada 6 de agosto cuando era llevado de San José a la catedral en procesión y lo acompañaba una imagen de su madre, que era la Virgen del Rosario, pero a partir de 1708, fue la imagen de la Virgen de la Soledad.

“Incluso cuando se consumó la Independencia de México, en septiembre de 1821, se realizó una procesión de acción de gracias con Jesús Nazareno y la Virgen de la Soledad”, dijo.

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La Virgen Dolorosa del Carmen y la Virgen de la Soledad son advocaciones marianas que, por su significado, participan en la Procesión de Viernes Santo. / Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Nuestra Señora de la Soledad

“Cuando la Virgen de la Soledad llegó a Puebla comenzó una competencia devocional entre dos imágenes marianas. Desde el punto de vista artístico la talla de la Virgen del Rosario es muy tosca, en cambio, la Virgen de la Soledad inspira gran belleza a pesar de representar una mujer muy triste, por eso sustituyeron a la del Rosario por la de la Soledad para acompañar en las procesiones al Jesús Nazareno y de ahí surgió un dicho muy popular en México: La suerte de la fea, la bonita la desea”, reveló el cronista.

La imagen de la Virgen la Soledad fue un encargo del mulato Manuel de los Dolores a su amo el Conde de Casa Alegre quien le tenía gran aprecio a su siervo y en un viaje que hizo a España le preguntó qué quería que le mandara de regalo, él le contestó: “quiero una imagen de la Virgen en su mayor angustia, en su soledad”.

Aseguró que el conde debió de haber querido mucho a su siervo porque se dedicó a buscar en los mejores talleres pero ninguna imagen le agradó, hasta que llegó a Cádiz y un escultor que era de la Tercer Orden Agustina le mostró una.

“Le enseñó una imagen que estaba a medio terminar y quedó prendado de ella. Adquirió la imagen aún sin terminar, pero como todavía faltaban algunos meses para que el barco zarpara a México, llevó la imagen a un convento de dominicas para que la resguardaran de manera honrosa”, señaló.

Las religiosas quedaron fascinadas con la imagen y entablaron un pleito para quedarse con ella. Entonces las monjas se vieron atacadas por fiebres mortales que las puso al borde de la muerte. Se encomendaron a ella y le prometieron a la Virgen que si las curaba le entregarían la imagen al conde.

 “La Virgen curó a las religiosas y con suma tristeza la empaquetaron para su traslado al muelle para que llegara a su destino. Dicen que durante la travesía también hizo milagros, como calmar tempestades. Cuando llegó a Veracruz en 1708 ya venía con la fama de milagrosa. Al llegar a Puebla se la entregaron al mulato Manuel de los Dolores quien ya había construido una capillita sencilla en torno a la que se comenzaron a reunir muchas cofradías”, detalló.

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La procesión de las tres caídas hacia 1965. Se observa el templo inconcluso de Mayorazgo, el desaparecido Parque José de la Mora y las tradicionales imágenes pasionales de Jesús y la Virgen de los Dolores. / Foto: Cortesía Familia Arenas Reyes

Los cofrades se sentían con derecho sobre la imagen y comenzaron a decir que había que terminarla y cambiarle las manos porque estaba desproporcionada. El pleito entre cofradías fue tan fuerte que el obispado tuvo que intervenir y en 17377 le quitaron la imagen al mulato, quien seguramente murió de pena porque ya no se supo nada de él.

“El obispado, encabezado por Pantaleón Álvarez de Abreu, llevó la imagen al convento de las monjas Capuchinas (16 de Septiembre y 9 Poniente) argumentando que era propiedad de la mitra. Ahí se quedó un tiempo en lo que decidían qué hacer”, dijo.

Un canónigo racionero de la catedral llamado Francisco Antonio de Vergaya y Muñatones conoció la imagen y quedó fascinado. Él se encargó de que la Virgen de la Soledad fuera terminada y vestida por devotas del Barrio del Carmen.

“Le comenzó a dar impulso a la imagen y proyectó un convento de monjas para que la cuidaran, las Carmelitas Descalzas. Para hacerlo tuvo que pedir permisos en Roma y al rey, que es lo que muestran las pinturas de Pablo José Talavera que están a los lados del templo de la Soledad. También se benefició de la fortuna de Ana de Zúñiga, cuyo marido había sido gobernador del Puerto de Veracruz y cuando enviudó se vino a Puebla para fundar el convento de las Capuchinas”, comentó.

De Vergaya y Muñatones no pudo ver cuándo las Carmelitas Descalzas tomaron posesión del Convento y Templo de la Soledad (2 Sur y 13 Poniente) el 18 de enero de 1738, porque falleció antes. 

“Es un culto que se desarrolló en todo el obispado de Puebla y aunque las monjas ya no están en el convento siguen conservando la ropa y la aureola original en otra imagen en el convento donde actualmente están en Zavaleta. También conservan las manos originales de la Virgen y archivos de milagros”, advirtió.

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Cuando la Virgen de la Soledad llegó a la Puebla en 1708 reemplazó a la Virgen del Rosario en las procesiones junto a Jesús Nazareno. / Foto: Archivo El Sol de Puebla

Jesús de las Tres Caídas de Analco

Esta imagen es de las más antiguas que sigue siendo venerada en Puebla y las crónicas narran que su hechura estuvo envuelta en milagros. Se sabe que cuando la imagen se encontraba en el taller del escultor (siglo XVII), todos los días un ciego pedía permiso para tocarla, por devoción. El día que la terminó de tallar el hombre ciego se cayó y comenzó a ver.

“Eso le acarreó mucha devoción entre los habitantes del barrio por lo que se le construyó la capilla anexa en la parroquia del Santo Ángel de Analco, hoy la capilla de la Virgen de Tzocuilac. Desde ahí empezó el culto. Era muy venerada por comerciantes de la Nao de China hasta que un sacerdote tuvo pleitos con ellos y jamás volvieron a aparecer”, subrayó el especialista.

“De tantas veces que lo han venerado, que lo tocan, la pintura del pie se ha desgastado, pero tiene algo muy característico, siempre está como calientito y exhala un olor muy peculiar”, agregó.

Nuestra Señora de los Dolores del templo del Carmen

La imagen fue realizada por uno de los grandes talleres de escultura en Puebla en el siglo XVIII, el taller de los Cora, cuyas esculturas fueron las más cotizadas durante esa centuria y la primera mitad del siglo XIX

“Tenemos por ahí fotos de los años 60, pero no tenía mayor culto. Lo que es muy peculiar es que esta imagen es como si fuera la versión dolorosa de la Virgen del Carmen. Es el mismo rostro porque es del mismo escultor”, señaló.

La imagen se encuentra en la capilla de Santa Teresa en la iglesia del Carmen que representa los siete dolores de la Virgen María: la Profecía de Simeón, la huida de Egipto, el niño Jesús perdido en el templo, encuentro de Jesús y María camino al Calvario, la crucifixión, el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz y el entierro de Jesús.

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La devoción del Señor de las Maravillas no es virreinal, el testimonio más antiguo de la existencia de la imagen son las fotografíasGuillermo Kahlo fechadas a inicio del siglo XX. /   Foto: Archivo El Sol de Puebla

Señor de las Maravillas del templo de Santa Mónica

Actualmente la imagen más venerada en Puebla es el Señor de las Maravillas que representa la imagen de Cristo en una de las caídas del Vía Crucis. Pese a ello su devoción no es virreinal, el testimonio más antiguo de la existencia de la imagen son las fotografías Guillermo Kahlo, fechadas a inicio del siglo XX.

 “Hay relatos que cuentan que la imagen fue hecha a partir de un tronco al que le cayó un rayo en el atrio de la parroquia de San José. Cuando la imagen se terminó, se sorteó la imagen y tres veces salió el convento de Santa Mónica, en donde se puso a la veneración pública”, explicó Juárez.

En el convento, el Señor de las Maravillas estaba acompañado por un soldado y según relatos de las religiosas en las noches escuchaban gemidos y latigazos, era la imagen que era azotada por el soldado. Se atribuyó que las imágenes estaban vivas y el soldado fue quemado.

“La imagen del Señor de las Maravillas no ha defraudado la piedad de los fieles, es un culto que fue más allá, pero es moderno, corresponde a cuando las monjas fueron sacadas del convento de Santa Mónica (1934)”, subrayó.

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La imagen del Santo Niño Doctor es venerada porque se cree que cura a los enfermos. Llegó a su morada en la parroquia de San Francisco de Asís en 1963 y hoy es su santuario. / Foto: Archivo El Sol de Puebla

Santo Niño Doctor de los Enfermos del su santuario en Tepeaca

“El niño doctor es una imagen nueva, era de una religiosa josefina de origen cubano que antes de morir la sorteó entre las religiosas quedando como feliz ganadora la monja Carmen Barrios. Cuando las monjas son llamadas para hacerse cargo del Hospital Municipal de Tepeaca, se lo llevaron y así empezó la gran devoción”, detalló.

Después las religiosas fueron trasladadas al hospital de Tehuacán, pero el Niño Doctor fue reclamado por Tepeaca y lo regresaron. El 5 de julio de 1963, la imagen llegó a su morada actual, la parroquia de San Francisco de Asís que hoy es el Santuario del Santo Niño Doctor, que es muy venerado porque se cree que cura a los enfermos.                      

“Tan milagroso es que su santuario en Tepeaca es el quinto lugar más grande de peregrinación en México”, finalizó el cronista.

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La tradición de la Procesión de Viernes Santo en Puebla se recuperó hace 33 años lo que este año es significativo al coincidir con los 33 años que vivió Cristo, pero también porque es un año jubilar y se concederá indulgencia plenaria al participar en ella con piedad y devoción.

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