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Ciudad de México22 de marzo de 2025
Archivos Secretosviernes, 6 de diciembre de 2024

¿Quién mató a Jack L. Riddick? El cuerpo del estadounidense fue abandonado en una barranca

Encuentran restos de acaudalado hombre de negocios; oyeron varias detonaciones y que un auto negro se alejó

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El diarista de LA PRENSA, Juan Nieto Martínez, así lo detalló en su nota del 2 de marzo de 1962. / Foto Fototetca, Hemeroteca y Biblioteca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa
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A temprana hora, apenas asomaban los primeros rayos del sol, el pastorcito Cirilo Canseco se disponía a iniciar sus labores en el campo con sus ovejas... Nunca se imaginó que, durante la jornada, su mirada quedaría clavada terroríficamente ante una macabra escena: el esqueleto incompleto de un individuo entre arbustos y cerca del fondo de una barranca.

El diarista de LA PRENSA, Juan Nieto Martínez, así lo detalló en su nota del 2 de marzo de 1962: “Diseminadas a corta distancia se encontraban las ropas y zapatos de buena calidad y de procedencia extranjera. Sólo el cinturón es obra de talabarteros mexicanos.”

El pequeño Cirilo corrió a toda prisa y, aterrorizado, le contó a su mamá lo que había visto. Al notarlo abstraído después de ver a un muerto carcomido, sin pensarlo, acudió junto con Cirilito ante las autoridades para contarles lo que había pasado.

Se dio la información de que el cinturón, obra de talabarteros mexicanos, tenía las iniciales J.L.R., que posteriormente se comprobó correspondían al nombre del norteamericano asesinado, Jack L. Riddick, acaudalado hombre de negocios de entre 50 y 55 años.

El cuerpo estaba completamente desnudo y presentaba una perforación producida por proyectil de arma de fuego en el omóplato izquierdo, así como la fractura de la segunda costilla del mismo lado.

Se apreció que faltaban los huesos de manos y pies, quizás devorados por aves de rapiña o fauna silvestre hambrienta; aunque no se descartó la probabilidad de que sus ejecutores lo hubieran mutilado para evitar que la policía pudiera identificarlo, no obstante que resultara absurda la hipótesis, toda vez que el cinturón se había convertido en pieza clave. Otra observación respecto al hallazgo del cadáver, fue que en el saco que vestía, se advertían dos orificios causados por proyectiles de arma de fuego.

Los datos ciegos que pudo recabar el reportero de LA PRENSA fueron estos: el cadáver medía 1.80 de estatura y que se advertía que la víctima era de complexión robusta, pelo entrecano. Usaba un puente de platino en la parte delantera de la dentadura superior. Todas las características hacían presumir que era de origen estadunidense.

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Jack L. Riddick, acaudalado hombre de negocios de entre 50 y 55 años. / Foto Fototetca, Hemeroteca y Biblioteca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa

Y como se mencionó previamente con la hipótesis absurda, el cuerpo se encontró desnudo y las ropas regadas cerca del esqueleto, lo cual era indicio de que los homicidas arrojaron a Riddick sin vestimenta y luego tiraron su atuendo, con la intención de quitarle cualquier documento que pudiera ayudar a una inmediata identificación cuando se descubriera el crimen; quizá sin percatarse del detalle del cinturón, las iniciales, la pista que casi a propósito, o por inútiles, habrían dejado para que los capturaran.

También entre las yerbas se halló un tubo de ungüento de una marca de aquel entonces, denominada Pazo, que se usaba para curar las almorranas. En síntesis, Riddick había sido asesinado primero, luego desnudado y ulteriormente diseminado sus ropas y el cadáver, sin haber indicio de las extremidades faltantes.

Dos hombres, una mujer y un automóvil

La mesera de un restaurante cercano informó al comandante Jesús Miyazawa Álvarez y a sus agentes Tulio Lara Erosa y Moisés Martínez Aldana, que hacía un mes habían llegado al establecimiento a bordo de un automóvil negro, un extranjero –que coincidía con las características del occiso- y tres mexicanos: una muchacha y dos varones.

El extranjero se empeñaba en pagar lo que consumieran sus “amigos” y presumía de tener mucho dinero, lo que demostraba con gruesos fajos de billetes verdes. Después de ese día, la mesera no volvió a ver al grupo.

Coincidieron los datos con los que proporcionó el también campesino Antonio Carrillo, vecino del lugar donde se encontró el esqueleto. Dijo Carrillo que “hace como 15 días entre las doce de la noche y una de la mañana, andaba por el monte recogiendo leña, cuando a medio kilómetro de distancia escuchó varias detonaciones. Llevado por la curiosidad, bajó un poco y advirtió a lo lejos un automóvil negro estacionado que abordaban tres individuos y en seguida se alejaban de allí”. 

El lamentable hecho tuvo lugar a la altura del kilómetro 8.200 de la carretera de Huitzilac a las Lagunas de Zempoala, el jueves 1 de marzo de 1962, y tan sólo un día después quedó identificado el cadáver del extranjero que fue descubierto en el camino a las Lagunas de Zempoala, con tres balazos en la espalda. 

Para la policía, ese crimen era obra de gatilleros profesionales y se parecía mucho al caso del también norteamericano Louis M. Vidal, asesinado por instrucciones de Joel David Kaplan, multimillonario norteamericano que posteriormente protagonizó “la fuga del siglo”, al escapar en helicóptero de la prisión de Santa Martha Acatitla.

Jack recibió los disparados con dos pistolas: una de calibre .38 y la otra una Súper 380, según comprobaron los investigadores al encontrar los casquillos quemados de las dos armas.

Ya sospechaba

LA PRENSA informó que lo único que los investigadores detallaron fue que el extranjero había llegado a México por avión, procedente de Atlanta, Georgia, el 16 de febrero de 1962. Era gerente de ventas de la compañía Lee Rubber and Tire Corporation y se ignoraba si su viaje a nuestro país obedeció a tratar negocios relacionados con la empresa que representaba.

Al llegar a la metrópoli, Jack se hospedó en el Hotel del Prado, se le asignó la habitación 419, en donde permaneció dos días y medio. El personal, entrevistado por los agentes, mencionó que recordaban muy poco al extranjero, debido al corto tiempo de su estadía.

Por su parte, en la administración dijeron que Riddick les pidió le consiguieran un pasaje de American Airlines, para trasladarse a la ciudad de Houston, Texas, el día 19.

Se hizo saber que el mismo Riddick tomó sus dos maletas, liquidó el importe del alojamiento; abandonó el hotel y sus pasos se perdieron, pues se comprobó que no llegó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para abordar su avión.

Los agentes se plantearon un par de cuestiones: qué le había sucedido al finado en el trayecto del hotel al aeropuerto; habría sido víctima de alguna extorsión que a la postre le costó la vida; los gatilleros profesionales ya lo esperaban en algún lugar; en qué clase de negocios estaba inmiscuido y si se reunía con personas de “extrañas costumbres”. Finalmente, si los asesinos conocían el itinerario de Jack y por qué no se deshicieron de las ropas para evitar su plena identificación.

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El cuerpo estaba completamente desnudo y presentaba una perforación producida por proyectil de arma de fuego en el omóplato izquierdo, así como la fractura de la segunda costilla del mismo lado. / Foto Fototetca, Hemeroteca y Biblioteca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa

Se pudo saber también que el occiso vivía en el número 312 de las calles de North West Ave., en la población de Freemont, Estados Unidos. Todas sus señas particulares coincidían perfectamente con las del cuerpo desaparecido en las inmediaciones del poblado de Huitzilac, Estado de Morelos.

La policía de Atlanta, Georgia, informó que Jack salió de esa población el día 8 de enero; iba a realizar un recorrido de negocios por varias poblaciones estadunidenses y también hizo saber que pensaba hacer un viaje a México.

Fue de conocimiento de todos que llegó a México el día 16 de febrero y durante el corto tiempo que permaneció en la ciudad (entonces Distrito Federal), observó buena conducta. Era un sujeto serio y muy metódico en todo. Al llegar, envió un telegrama a su familia, informándole que se encontraba bien.

En el paraje morelense donde fue localizado el esqueleto de Jack, la policía encontró cinco casquillos de diferentes calibres, por lo cual los investigadores tenían la seguridad de que fueron dos los homicidas.
En efecto, dos de los casquillos pertenecían a una pistola Súper 380 y los tres restantes a una automática calibre .38, Inexplicablemente dichos casquillos no fueron descubiertos por los investigadores. Estaban tirados a un lado de la carretera y completamente visibles.

Suplantaron la personalidad del finado

Ahora bien, los investigadores trataron de seguir los pasos del extranjero, desde el momento en que abandonó el hotel. Se supo que no utilizó un vehículo de alquiler sino que se fue a pie hasta Revillagigedo.

En aquel sitio se perdió su pista, y se desconocía si había abordado algún taxi o allí fue sorprendido por sus victimarios, quienes lo obligaron a subir a algún vehículo bajo amenazas de muerte, y conducido al solitario lugar, en donde diez días después apareció su cuerpo parcialmente devorado por los animales.

Al parecer, Jack habría sido sacrificado en plena cinta asfáltica debido a que encontraron varias manchas de sangre y al descubrimiento de los cinco casquillos. Y una vez que lo abatieron, los homicidas lo despojaron de sus ropas y arrojaron el cuerpo y las prendas la profunda barranca en donde posteriormente las descubrió el pastorcito.

En la información de LA PRENSA se hizo notar que en las bolsas del traje que llevaba el extranjero no se encontró documento ni objeto alguno que revelara su identidad. Se conoció su nombre porque apareció bordado en la bolsa interior izquierda del saco.

Poco a poco surgieron más indicios. Datos proporcionados a LA PRENSA indicaban que Riddick llegó a la Agencia TWA como a las 15:30 horas del 19 de febrero. Pidió con urgencia un boleto de regreso a su país, pero se le hizo notar que el avión más próximo saldría a las siete de la noche con destino Houston, Texas. 

Jack L. Riddick compró el boleto y en esa misma agencia pidió que fuera recogido su equipaje en el Hotel del Prado. Para ello, entregó cuatrocientos pesos para que su cuenta fuera cubierta.

Apareció como muy sospechoso el hecho de que el extranjero se abstuviera de volver a recoger sus maletas. A un empleado de la TWA le indicó que tenían que entregarle dos maleras y un paquete.

Más tarde regresó el empleado con el equipaje y dijo a Riddick: “Sólo me dieron esto”, (se refirió a las dos maletas).

-¿Y el paquete? -preguntó el dueño de las petacas.

-No lo sé -repuso el empleado. 

-Bueno a lo mejor lo colocaron dentro de alguno de los velices -expresó en tono de conformidad.

Después del pasaje con el vuelo y el empleado que recogió sus maletas, Riddick subió hasta el Bar Francis, donde estuvo acompañado por dos individuos, quienes lo acompañaron hasta su salida, la cual ocurrió a las 17.30 horas. Al parecer, llevó los velices consigo.

Entonces los agentes pensaban lo siguiente:

Jack L. Riddick se vio muy nervioso cuando compró su boleto de viaje. Quiere decir que algo temía y por eso deseaba abandonar nuestro país lo antes posible. Era muy extraño que el norteamericano no se preocupara en volver al Hotel del Prado a recoger su equipaje. Y parecía sospechoso que Riddick se mostrara apurado por recoger el paquete que había dejado en su habitación. ¿Qué contenía el paquete?

Las maletas y el paquete no aparecían. Todo hacía suponer que estaban en poder o se habían desecho de ellas los victimarios del hombre de negocios.

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Riddick había sido asesinado primero, luego desnudado y ulteriormente diseminado sus ropas y el cadáver, sin haber indicio de las extremidades faltantes. / Foto Fototetca, Hemeroteca y Biblioteca "Mario Vázquez Raña" y La Prensa

¿A qué vino Riddick? Tal vez a efectuar negocios ilícitos.

El 7 de enero de 1962 salió de Estados Unidos y dijo a sus familiares que haría un recorrido por diferentes ciudades de la Unión Americana. Vivió un tiempo en Hong Kong. A México entró por Nuevo Laredo y se dirigió a Monterrey, donde permaneció varios días. Se supo después que el gerente de viajes encaminó sus pasos al puerto de Mazatlán. En el Distrito Federal dejó ver Riddick que traía muchos dólares consigo. Además, se le vio utilizar un costoso equipo de material fotográfico. Se desconocía a qué actividades se había dedicado.

El norteamericano dialogó por teléfono con una amiga suya, de nombre Hellen, quien radicaba en Houston, Texas. Ella comentó después que lo esperaba el 19 de febrero...

Se dijo que durante su estancia en Mazatlán, capturó un pez vela que mandó disecar. Tal vez quería contrabandear droga en el interior del pez. Los agentes secretos mexicanos comentaron que Jack había sido despojado de 20,000 pesos, producto de un cheque enviado por su secretaria desde Estados Unidos.

Más tarde se confirmó que uno de los asesinos suplantó la personalidad de Riddick para cobrar el documento y apoderarse del equipaje de la víctima.

Por otra parte, Sam B. Riddick, hermano de Jack, llegó a México acompañado de un agente de narcóticos, norteamericano. Sam proporcionaba datos intrascendentes a la policía. El agente norteamericano de Narcóticos, quien aparecía siempre de sombrero, ¿vino por ser amigo de Sam Riddick o porque la muerte de Jack estaba relacionada con el tráfico de drogas?

No obstante, Sam no pudo aportar más datos que los personales, ya que desconocía a fondo las actividades a las que se dedicaba su hermano. Pero pensaba que al reconocer el cadáver, pudiera decir un poco más. Lamentablemente, no sabía que lo que quedaba de su hermano eran huesos y polvo.

Aun así, Sam E. Riddick hizo saber a los investigadores que su hermano, cuando estuvo en Hong Kong, compró dos trajes, uno se lo había visto puesto, pero el que tenía ante su vista no lo conocía. 

Cuando le fue mostrado el cinturón labrado con las iniciales de J. L. R., indicó que esa prenda Jack la había comprado en Texas hacía varios meses. Los zapatos y el puente removible de la dentadura del desaparecido, también fueron reconocidos inmediatamente. Se le mostró el examen químico hecho a las manchas de sangre encontradas en las ropas y que es el tipo O, e hizo saber que él tenía el mismo tipo que su hermano.

Compatriotas habrían robado y victimado al rico agente

También se supo que el mismo delincuente que se había hecho pasar por Riddick se hospedó en el Hotel Alameda, donde convivió con el pianista internacional Chuy Reyes. Cabe mencionar que gustaba de mirar fotografías de hombres desnudos, según consta en los informes que aportó la policía respecto al caso, como si tal hecho representara algo de importancia.

Una rubia que acompañaba a los sospechosos fue detenida por el Servicio Secreto, dijo llamarse Berta Godínez. Conoció a los individuos y los acompañó a tomar una copa. Uno de ellos se enamoró de ella, incluso le pidió que se casara con él. El músico Federico Guzmán también proporcionó datos sobre los presuntos responsables del crimen, uno de los cuales seguido pedía que le tocasen al piano una melodía que “le traía gratos recuerdos”.

Mientras tanto, la policía norteamericana, más práctica, dio a conocer que uno de los presuntos criminales podría ser James A. Morrisey, fichado el 27 de diciembre de 1957. El otro era Humberto Icaza Dugger, también conocido como James C. Corrigan, quien abandonó México el 23 de febrero de 1962 por la aduana de Matamoros, Tamaulipas. 

A través de la embajada de Estados Unidos en México, se dijo que James A. Morrisey había sido anteriormente recluido en un sanatorio para enfermos mentales y acusado de robo y alteración del orden público.

Morrisey tenía 44 años de edad, prestó servicios como administrador de diversos hoteles. En una ocasión atentó contra su vida. Era afecto al alcohol en gran escala y a los enervantes. James C. Corrigan se había hecho pasar como “capitán de la Fuerza Aérea Norteamericana”.

Cuando el acaudalado gerente de ventas llegó a su hotel, ya lo esperaban los dos compatriotas suyos, para robarle cuanto dinero pudieran. La pareja de homicidas habría cometido el crimen y luego posiblemente falsificó la firma de Jack L. Riddick, para cobrar un cheque por 1,500 dólares. Por la noche del 20 de febrero fueron los criminales al Bar Diligencias y en el Hotel Luma (Orizaba 16, Colonia Roma) depositaron dinero en la caja de valores y se llevaron dinero para “divertirse”.

Entonces encontraron a Berta Godínez y la convencieron para que los acompañara a comprar alcohol. Los hampones pidieron al pianista interpretara la melodía “Jack”...

En el departamento del pianista, quien inicialmente fingía no conocer a los presuntos homicidas, éstos fumaron mariguana. Morrisey abandonó la Ciudad de México con rapidez, igual que su amigo Corrigan.

Gran confusión

En principio la situación no era clara. Se parecía mucho a la ocurrida en 1961, cuando un vendedor clandestino de metralletas alemanas, lenón y traficante de azúcar y melaza (Louis Melchior Vidal), apareció sin vida en un paraje de la carretera México-Cuernavaca.

Al ser encontrado el cuerpo de Jack L. Riddick, la policía esperaba que la esposa e hijos del norteamericano asesinado aportaran mayores datos sobre la vida que éste llevaba.

También se trabajaba activamente en la localización de muchas personas que forzosamente vieron al extranjero después que salió de su hotel. Se localizó en el estacionamiento América el automóvil Chevrolet Corvair, modelo 61, placas 13-64-77, que los homicidas utilizaron para trasladarse a las Lagunas de Zempoala.

Para los agentes policiacos, el extranjero había sido victimado por la tarde del mismo día, 19 de febrero de 1962. Los homicidas conocían perfectamente aquel solitario lugar y era por ello que sin pensarlo mucho se trasladaron hacia allá para acabar con la vida del millonario.

En principio, debido a que el cuerpo fue destruido por animales, no se pudo comprobar con exactitud cuántos impactos de bala recibió, aunque se calcularon por el número de agujeros de tiros que presentaba el saco del occiso.

Lo que no se explicaban los investigadores es a qué se debió que los homicidas, después de disparar sus armas contra el extranjero, lo hubiesen despojado de sus ropas, dejándole únicamente la camisa sport y la camiseta.

Es más, los calzoncillos y los calcetines aparecieron a varios metros de distancia del lugar en donde se encontró el cuerpo. Pero ahí saltaba a la vista, se decía “lo que bien podía ser una simple coincidencia”: en el caso del norteamericano Louis Melchior Vidal, los autores de ese crimen lo perpetraron más o menos en las mismas circunstancias. 

Las ropas fueron encontradas en El Cantil, en ellas se dejaba también un indicio para la identificación del desaparecido y días después fue descubierto su cadáver, enterrado a varios kilómetros de distancia del sitio en donde los homicidas arrojaron las prendas.

Entre estos evidentes ajustes de datos, los investigadores se preguntaban: ¿la muerte de Jack L. Riddick tenía relación con la de Vidal? ¿Estaba operando en México una banda de asesinos internacionales? 

En México seguían los interrogatorios del filarmónico Alberto Federico Guzmán Jaime y la señora Berta Godínez. Ellos no sabían por qué “alguien” tuvo que solicitar un boleto de avión que finalmente no utilizó.

El músico comentó que conocía a Jack L. Riddick “hacía bastante tiempo”, era un individuo que llegaba al Follies Burlesque casi siempre en estado de ebriedad (Sam Riddick dijo que su hermano no tomaba alcohol) y que la fotografía que le mostraba la policía (la de Morrisey) no correspondía al norteamericano borrachín.

Es decir, que el hombre que se hacía pasar como Riddick era Morrisey, acusado en Estados Unidos por robo y otros delitos. En resumen, los dos presuntos criminales, el sonriente Corrigan y el viejo Morrisey, no fueron castigados nunca, al parecer, y el crimen de Riddick pasó al archivo de los asuntos no solucionados en México.

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