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Culturadomingo, 23 de octubre de 2016

La chaquira, una vida colorida

Las artesanías realizadas con este material une a dos culturas

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Alondra Jiménez

Sea cual sea la región, las artesanías expresan los valores de una sociedad y la singularidad cultural de una nación. En México miles de artesanos continúan con las tradiciones que aprendieron de sus antepasados. Figuras, blusas, accesorios, entre algunas otras cosas son el manifiesto de una colorida gama de tradición y riqueza cultural, pero también de la unión entre varias.

Ya sean otomí, náhuatl o huichol, una costumbre los hace coincidir: la realización de orfebrería con chaquira. Se vuelve una práctica que forma parte de un legado que persiste dentro de los diversos grupos indígenas del país.

Esta expresión se ha mantenido y resistido a través de generaciones, es la herencia histórica que acompaña al artesano en su comunidad, testigo de esto son María Florencia y Yolanda Jiménez, dos mujeres otomís provenientes de San Pablito, Pahuatlán en Puebla; y Rogelio Benítez un huichol originario del pueblo de Jala en Nayarit, quienes aunados a una aguja, hilo y chaquira rescatan una tradición.

Vestidos con indumentarias tradicionales, pese a ser de diferentes lugares desde hace tres años el punto de reunión son ciudades donde se ha realizado la Feria de Pueblos Mágicos. Pese a competir contra algunas otras artesanías las suyas destacan mucho por la popularidad que han ganado en los últimos años, por lo que esta se vuelve la oportunidad perfecta para comercializar todos esos accesorios que día a día coincidentemente fabrican desde hace 25 años, enseñados por sus abuelos continúan una tradición familia elaborando toda esta orfebrería a la que dedican por pieza desde un día, hasta meses.

Jiménez declaró que ferias como la que se llevó a cabo en Querétaro el pasado fin de semana son uno de los momentos más importantes para ellos, pues dice que: “en la comunidad donde vivimos no hay mucho turismo, allá no se vende, sólo cuando nos invita el gobierno a salir”.

Sin embargo, para Rogelio se convierte también en una oportunidad de mostrarle a su hijo, quien lo acompaña en cada venta la relevancia que tiene seguir con el trabajo de la chaquira, “es importante que los hijos aprenderán que a través del consumo del arte se aprende el significado de la misma, pues continúan con la promoción de la cultura a través de los productos”, destacó.

La chaquira, un significado de la vida Aún se desconoce cuándo fue que las chaquiras llegaron a México y comenzaron a ser parte de la ornamenta en diversas piezas para vestir; no obstante si se sabe que este trabajo artesanal tiene un origen ancestral, pues se dice anteriormente era realizado con pequeñas cuentas de jade y otras piedras preciosas. De acuerdo a la revista Artes de México, en un texto de Johannes Neurath y Olivia Kindl, las observaciones que Lumholtz hiciera, a finales del siglo XIX, acerca de cierto tipo de objetos rituales huicholes señalan que ya en esa época utilizaban cuentas de vidrio en su decoración. Según este autor, “es indudable que antes se utilizaban conchas de moluscos con esta finalidad”. Esta información sugiere que chaquira no es un material de reciente incorporación al arte de los huicholes. La crónica del padre José Arlegui, que data de 1737, describe la destrucción de un centro ceremonial huichol donde se encontraron objetos elaborados con abalorios, poco a poco fue formando parte de la indumentaria de los pueblos huicholes mediante los cuales plasmaban a través de la iconografía y los colores su cosmovisión y deidades. Su religión se basa en la relación de tres elementos: el maíz, el venado y el peyote. Una gran parte de su estética está influenciada por las visiones que tienen durante sus rituales con peyote.

Este tipo de trabajo ilustra el modo en que ciertos elementos procedentes de otros países se han integrado a la tradición huichola para adquirir un significado propio. Anteriormente, el material más usado eran las cuentas de vidrio que se fabrican industrialmente en la República Checa, el norte de Italia y en algunos países asiáticos. En la República Popular China y en Taiwán se producen piezas de plástico, que poco a poco ha sido adoptada por los huicholes, convirtiendo en la más apreciada a la de menor tamaño. Pueblos de otras regiones que pertenecen a este mismo grupo costumbrista difieren en la utilización de colores, en Jalisco utilizan diseños únicamente con cuentas blanco y negro; mientras que en Durango se restringen a unos cuantos colores sin llegar al caso de Nayarit quienes son los que más combinaciones incorporan.

Hoy día, la chaquira es sagrada entre los wixaritari. Según los huicholes, en particular las mujeres, “la chaquira significa la vida”. Pese a que pareciera un tanto extraño, varios de los accesorios que en la actualidad comercializan tienen su origen Tuapuri, Santa Catarina Cuexcomatitán, donde ofrendas como los cirios, se lavan simbólicamente con jabón y collares de chaquira, que se usan como si fueran una esponja. En este caso, las cuentas se asocian con gotas de agua, simbolismo que nos remite a los chalchihuites prehispánicos, también relacionados con el agua y con las deidades vinculadas con este elemento.

El diseño El arte de la chaquira no es propia de los huicholes, pues también es una artesanía realizada por los otomís, testigo de esto es Yolanda Jiménez Rodríguez de San Pablito, Pahuatlán, uno de los nueve pueblos mágicos de Puebla, donde una de sus principales costumbres es la realización de accesorios de chaquira, que a diferencia de los huicholes difieren en los bordados.

Por parte de los huicholes, destaca por ser similar al punto de cruz, más delicado en cada uno de los detalles, las cuentas de chaquira se aplican en ellos de manera diseminada, por lo que es difícil encontrar una vinculación con la estética del bordado, y la simetría hexagonal no se usa, pues los diseños que reproducen la estructura del cosmos, con sus cinco rumbos cardinales, tienen que guardar una simetría de dos ejes, que corresponden a las líneas norte-sur y poniente-oriente; es decir, a los ejes equinoccial y solsticial, esta misma teoría la sostiene el trabajo de Rogelio, quien a través de cada cuenta representa esta tradición. Dentro de sus artesanías se encuentra un importante número de pulseras, aretes, collares y otros accesorios que precisan la utilización casi al completo de una paleta de colores y simulan estos bordados.

Por el otro lado están las costumbres de estas dos mujeres de Pahuatlán que si bien su artesanía más representativa es el papel amate, producido con la corteza del árbol de jonoto rojo o del de chichicastle, también plasman su etnia a través de bordados en chaquira, sin embargo en esta cultura por parte de los otomíes no se observa una utilización de la paleta de colores, sino que una tendencia mayor a utilizar sólo tres o cuatro colores y de una forma más geométrica, pero con la importancia de reflejar la flora y fauna que hay dentro de sus pueblos. De esta región, Yolanda, relató en entrevista que pese a ser parte de los otomís incorpora a sus diseños los bordados náhuatl, pues su esposo forma parte de esta etnia y aprendió sobre esta cultura, “Yo creo que sí, utilizamos los colores a la comunidad donde vivimos y depende mucho de eso el arte”, asevera. Este arte se destaca por ser más geométrico e incluso con figuras amorfas y la utilización de sólo un par de colores.

La aplicación textil es otra de las cosas que los distingue, por parte de los huicholes la chaquira es utilizada tal cual una ornamenta a sus ropas con bordados, sólo son decoración, más allá de ser parte dé. Por el lado náhuatl-otomí la chaquira está integrada en el cuello de las blusas, pues en lugar de sólo usar hilo para hacer bordados en las blusas de manta, hacen el diseño con la cuentas integradas. Esta indumentaria forma parte del traje de gala de la comunidad de San Pablito, Pahuatlán, Puebla y su elaboración llega a ser hasta de tres meses y se venden hasta en 3 mil pesos, de a cuerdo a la complejidad del diseño.

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