Escena del crimen / Un banco con rehenes en víspera de año nuevo
Los primeros reportes afirmaban que más de mil policías de diversas corporaciones tenían rodeada la sucursal Bancomer, ubicada sobre la calzada Ignacio Zaragoza, casi esquina con la avenida Javier Rojo Gómez, en la colonia Agrícola Oriental, delegación Iztacalco, era 30 de diciembre de 1996.
Fue el primer intento de asalto bancario con rehenes que vivía el entonces Distrito Federal y era transmitido por televisión, como si se tratara de una serie de las mejores producciones, un reality en todo el esplendor. Una tarde en aparente calma, después de las 14:30 horas los reporteros que cubriamos la fuente policiaca nos enteramos a través de la frecuencia de radio del suceso, por diversos medios llegamos al lugar. Quizá no eran mil, los agentes en la zona, pero sí más de 200.
Se hablaba de que al menos 14 personas se encontraban privadas de la libertad en esa sucursal bancaria, el hurto de dinero en efectivo se había dado a las 13:00 horas, a punto de cerrar el establecimiento.
El asaltante, identificado como Gerardo, iba acompañado por dos cómplices. Al llegar, el sujeto despojó de su arma al policía, Marco Antonio Martínez Mota, quien estaba a cargo de la vigilancia de la sucursal y recibió un balazo en la mano izquierda. Después disparó contra un usuario que resultó herido en una pierna.
La alarma del banco se activó y minutos después llegaron unidades policiales; sin embargo, se encontraron con que el único ladrón ya había tomado rehenes.
Al lugar llegaron el director de área de la que fuera la Policía Judicial en Venustiano Carranza, José Vilchis, su homólogo en Iztacalco, Moisés Guzmán Tinoco y el jefe del sector 4 Iztacalco de la policía capitalina, Marco Antonio del Prado, con indicativo Azteca e iniciaron las negociaciones con el asaltante.
El delincuente pidió la intermediación de la prensa, quería medios televisivos, luego dejó en libertad a dos niños, dos mujeres y dos hombres, entre los que se encontraba uno de los cómplices que se hizo pasar por víctima, pero al no poder explicar su presencia en el banco fue descubierto e identificado como Jorge de Jesús Ríos Riveles.
Gerardo puso como condición para liberar al resto de las víctimas que le entregaran un vehículo para poder huir y que le dieran el dinero que hubiera en la bóveda. Poco después la policía condujo hasta la entrada del banco un automóvil Mystique color rojo, placas YL 60 con gasolina, las llaves puestas y las puertas abiertas.
También pidió que le dieran un chaleco antibalas que el comandante Guzmán Tinoco puso en el piso del banco. El ladrón se arrastró hasta alcanzarlo y casi una hora después pidió otro chaleco.
Los policías no dejaron de hablar con el delincuente, luego de más de seis horas de “negociación”, aproximadamente a las 18:31 horas lograron convencerlo de ponerse de pie con sus víctimas. Querían tenerlo a la vista, ya que en la zona estaban dispuestos tres francotiradores. Las tres mujeres un hombre y Gerardo se pararon, él se colocó detrás de ellos para usarlos como escudo.
A las 18:50 horas el delincuente avanzó hacia la salida del banco. Llevaba una pistola en cada mano y con el brazo izquierdo rodeaba el cuello de la gerente Josefina Enciso. Llegó hasta la puerta pero se rehusó a salir si los fotógrafos disparaban sus flashes.
Al llegar a la puerta hizo que una de las víctimas, Verónica Flores Llamas cerrara las puertas del vehículo para asegurarse que no había nadie alrededor ni en el interior, luego pidió a Guzmán Tinoco que abriera la cajuela y agua para los rehenes. Poco después dejó en libertad a Verónica Flores y a María Nieves Quiroz.
Casi a las 19:40 horas avanzó. Se acercó al vehículo por el costado izquierdo, hizo que la mujer subiera primero, luego él y al final el joven. Todos estaban en la parte trasera del auto. Como se había acordado el delincuente esperó a que el comandante Guzmán Tinoco condujera el auto. Sin embargo, en una acción cronometrada agentes de la Policía Judicial se arrastraron sobre el suelo hasta llegar a ambas puertas traseras, mientras que Marco Antonio del Padro, El Jefe Azteca se levantó en el medallón del vehículo y mientras se abrían las puertas al mismo tiempo, el mando policial disparó haciendo blanco en la cabeza del ladrón.
Se escuchó el grito desesperado de la mujer que estaba al lado del delincuente, después vino el caos y el ladrón fue arrastrado al interior de la sucursal. Los dos rehenes estaban a salvo.
En ese mar de gente, el periodista Noel Alvarado de La Prensa atestiguó el fallecimiento de ese hombre frente a diversos mandos policiales, logró ingresar con los agentes que habían concretado el operativo. Todo, a unas horas de recibir a 1997.
gerardo.jimenez@elsoldemexico.com.mx
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