Enfermeros mexicanos, más valorados en Alemania
Alemania tiene un déficit de personal sanitario que de no solventar puede poner en riesgo su sistema de salud
Daniela Cabrera / La Prensa
“Me sentía como sorda. No entendía nada, ni una palabra”, recuerda a dos años de distancia.
La jefa de Mariana, desconcertada, pidió entonces ayuda a otra enfermera también mexicana que apenas un mes antes había llegado al hospital.
“La compañera la escuchó con atención y luego me miró y me dijo: Creo que lo que dijo fue… Ella estaba igual o peor que yo”, rememora al tiempo que suelta una carcajada.
Desde hace años Alemania enfrenta un déficit de personal en el ámbito de los cuidados y la enfermería. Por un lado, el desarrollo de la medicina y los avances médicos han prolongado la expectativa de vida de sus habitantes con lo que ello implica: más adultos mayores que, tarde o temprano, requieren atención permanente. Por el otro, los bajos salarios, aunados al arduo trabajo físico y mental que requiere la profesión, han desincentivado el interés entre los jóvenes, que prefieren dedicarse a otra cosa.
Para tener una idea del panorama: hasta 2020 existían en todo el país 15 mil 380 residencias para ancianos, según el portal de estadísticas alemán Statista. Pflegemarkt , por su parte, refiere que en este momento se encuentran 174 asilos en construcción y otros 263 en planeación.
Si los índices crecen al ritmo de los últimos años, el Instituto de Economía Alemana de Colonia prevé que para 2035 podría haber un déficit de alrededor de 307 mil trabajadores sanitarios. Más aún, de no reducirse la brecha de la actual demanda, la falta de persona podría ascender al medio millón.
“Para la contratación de personal internacional sanitario nos guiamos por el Código de conducta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sólo reclutamos personal sanitario de países con un excedente de personal. Así evitamos que la migración de cuidadores a Alemania produzca una escasez de personal cualificado en los países socios”, se lee en la página oficial del programa, operado también por la Agencia Federal de Trabajo alemana.
“Aunque tuve la oportunidad de hacer mi servicio social en un hospital, preferí hacerlo en una comunidad. Yo venía de una muy pequeña y sabía las necesidades que hay en lugares así: el tema de la promoción, la vacunación a niños de casa en casa y los grandes problemas del sistema de salud en poblaciones así, en donde muchas veces se tiene que improvisar para salvar la vida de alguien”, explica en entrevista.
“Me gustó saber que de este país vienen un buen de científicos y que de este hospital —la Charité— salieron varios premios Nobel de medicina. Ser parte de eso me emocionó. Ser parte de un país que promueve la disciplina también me llamó mucho la atención. No es que yo sea malinchista, pero hay que reconocer que aunque México tiene muchas cosas buenas, lamentablemente la corrupción ha corroído demasiado al sistema de salud”, acota.
"Me salió un trabajo y durante seis meses trabajé en un hospital público en Ixtepec. En ese tiempo me di cuenta que lamentablemente los mexicanos estamos acostumbrados a ver la esclavitud como algo normal".
“Cuando terminé la licenciatura en enfermería trabajé en un hospital particular por cuatro años. Entonces me ofrecieron un trabajo en uno público y lo tomé porque luego de trabajar cierto tiempo por contrato tienes la posibilidad de recibir una base y con ello cierta estabilidad, un mejor salario, prestaciones y la posibilidad de jubilarte”, explica.
“Cuando supe lo que ganaría yéndome a Alemania y las posibilidades que con ello podría ofrecerle a mis hijos no me fue difícil decidirme. Además, nunca había dejado Altamira y era un sueño para mí vivir en el extranjero”, abunda.
Para los enfermeros extranjeros que llegan a Alemania es posible traer consigo a sus familias, pero no de forma inmediata.
Antes hay que andar un camino lleno de burocracia que con la pandemia se ha complicado considerablemente.
La Charité es el hospital-Universidad más grande de Europa. Fundado en 1710 en Berlín fue semillero de grandes científicos galardonados con el Premio Nobel de Medicina como Robert Koch, Emil von Behring y Paul Ehrlich. Colgado sobre una de las paredes de la oficina de Judith Heepe, directora de enfermería de la histórica institución, sobresale un gran sombrero mexicano. En la sala de juntas aledaña, otro de los mismos coloridos distintivos mexicanos también adorna una pared.
“Es divertido observarlo: los de Filipinas, por ejemplo, no les es tan complicado y creo que tiene que ver con que ellos están acostumbrados a hablar un segundo idioma, es decir, son bilingües. Y la verdad es que los mexicanos sí han tenido que luchar con el idioma. Pero puedo decir que la experiencia con ellos es muy, muy positiva y también estoy convencida de que muchos de ellos podrán hacer aquí carrera”, asegura.
—¿Qué sensación tienes de saber que en México también hace falta gente preparada como tú?, se le pregunta a Herbert.
—Claro que pesa y es una sensación agridulce porque nos estamos yendo gente que podemos ayudar al sistema, pero el propio sistema tiene la culpa de que uno busque otros caminos.
“Amo a México, nací allá y lo represento en muchas cosas: mi color de piel y mi cultura indígena. Pero si me preguntas si quiero volver allá, es sólo para vacacionar. En México tienen que cambiar muchas cosas para evitar que la gente siga saliendo del país”, concluye.